El Bosque del Tejedelo
La primera vez que subí al bosque del Tejedelo me pasé todo el camino buscando a los duendes. Mira que había preparado la excursión de manera científica: “Los tejos, coníferos de la familia Taxaceae, género Taxus, propios de las zonas montañosas con ambientes frescos y húmedos.
Que pueden alcanzar una altura de hasta 20 metros con tronco grueso y corteza delgada de tiras pequeñas. Son muy longevos, pudiendo superar los 1.500 años de vida, pero de crecimiento muy lento. Maduran en otoño y cada seis o siete años el árbol tiene una producción abundante de frutos. Y también su relación con los hombres: los celtas lo veneraban, los romanos lo usaron para curar y también como veneno, los bretones hicieron con su madera sus más preciados arcos y en el propio Requejo sus ramas engalanaban el pueblo el Domingo de Ramos”. Son muy escasos, por lo que este Bosque del Tejedelo me pareció el más que adecuado para su estudio.
No descuidé tampoco la información sobre el resto de especies que comparten las 139 Has. del bosque: robles melojos, abedules, acebos, narcisos silvestres… así que al principio fue bien. En la subida me sobrecogió la belleza del brezo de las laderas, pero logré conservar el temperamento científico incluso en el hermoso robledal que anuncia la entrada al bosque.
Ya subiendo hacia el Mirador del Veladero me sentí observado. “Serán corzos” –pensé. Casi siempre en el límite de mi ángulo de visión adivinaba movimientos furtivos. Consulté mi libreta: claro que serían zorros o martas, siempre esquivos, o si no carboneros, petirrojos o zorzales. Pero apenas fui capaz de distinguir alguno de estos pajarillos entre el ramaje.
Pero amigos, lo peor estaba por llegar: cuando alcancé la zona de los tejos milenarios perdí la cabeza por completo. No sé si sería el especial color que toma la luz entre sus hojas, la sensación de majestuosidad que desprenden los ejemplares más ancianos, las mil tonalidades que pueden alcanzar el verde y el bronce. No pude resistir la tentación de acariciar la textura pulida de sus nudos, abrazarme a sus troncos. Tal vez no fue más que la música cantarina de los regatos, que causara en mí el mismo efecto que el canto de las sirenas homéricas.
Olvidé mi cámara, mis libros y mi grabadora. Estaba en un bosque de cuento de hadas donde yo era el príncipe protagonista, no había ni ogros ni brujas y el lobo bueno ayudaba a Caperucita a encontrar la casa de su anciana abuela. Por allí pasaron Pulgarcito y el Gato con botas, Blancanieves me aceptó una cita y los siete enanitos me parecieron gente en extremo agradable. Me despedí de Panoramix, que recogía bayas por allí, y bajé hacia el pueblo. Eso sí, no pude ver ningún duende, aunque me dijeron que no andaban lejos.
Entré en el bar estupefacto. El camarero, al ver mi estado, me pregunto qué sucedía y se lo conté con pelos y señales.
-Ah, profesor –me dijo- Ha caído usted bajo el hechizo del Tejedelo. Y eso no tiene cura.
Y así fue. Desde entonces no puedo resistir la tentación de volver al Bosque. Lo he visitado en todo tiempo y estación y siempre, siempre causa en mí el mismo efecto. No tengo remedio.
Profesor Von Patto
DISTANCIA: 5,6 km. Ver mapa de ruta Situado en el termino municipal de Requejo, en la ladera y entre valles se encuentra este singular bosque. De fácil acceso, y señalizado desde el pueblo, se llega en coche hasta el área recreativa dotada con un aparcamiento. Desde este punto comienza la ruta a pie.
DURACIÓN: 2 horas.
TIPO DE RUTA: Circular, con pendientes fuertes. Señalizada con balizas amarillas y blancas. Paneles interpretativos.
COMO LLEGAR: Desde Autovía A52 salida 91 hasta Requejo. Ver Mapa
COORDENADAS INICIO: N42 01.865 W6 47.337
CARTOGRAFIA: Nº MTN50 Hoja 267-3 Cobreros
RECOMENDACIONES: Prismáticos, cámara de fotos, guías de flora y fauna.
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El primer aperitivo de lo que encontraremos en el bosque nos espera en el merendero, un puente sobre el río de agua cristalina jalonado por un bosquecillo de ribera.
Ascenderemos por la senda durante 1,5 Km. siguiendo las balizas, atravesando zonas de monte bajo hasta llegar a un bosque de robles. Aquí el paisaje nos sorprende con grandes rocas tapizadas de musgo entre robles, servales de los cazadores, avellanos, acebos, abedules, sauces y algún que otro tejo, todo ello arropado por el rumor del agua. Más adelante nos encontramos con una bifurcación: la senda de la derecha, ascendente, nos conducirá al mirador de las peñas de El Veladero, desde el cual se obtiene una vista panorámica del Tejedelo, destino de nuestra excursión. Desde este punto continuamos hasta el arroyo del mismo nombre, a partir de donde nos adentramos en el bosque del Tejedelo propiamente dicho. Si, en cambio, tomamos el desvío de la izquierda el camino es más suave. Siguiendo cualquiera de las dos sendas se llega hasta un pequeño puente de madera. Una vez atravesado nos encontramos con la majestuosidad de los ejemplares más longevos, algunos milenarios, que surgen como gigantes a los lados del camino. Más adelante la senda vuelve a unirse al camino inicial, por el que descenderemos a nuestro punto de partida.