Manzanal de Arriba
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La cerradura de la Iglesia de Manzanal de Arriba tiene grabada una curiosa figura, una especie de sierpe con cabeza humana que entrecierra sus ojos en una media sonrisa irónica. Conviene fijarse, ya que es posible que os pase desapercibida tras contemplar la celosía incrustada en el ábside de esa misma iglesia. Es fácil que quedéis fascinados con este objeto fuera de tiempo: su origen se remonta a los siglos IX-X, conecta con el arte de los reinos astures y la tradición dice que formaba parte de una antigua ermita, hoy desaparecida.
Los pueblos agrupados en el Ayuntamiento de Manzanal son pródigos en este tipo de sorpresas. Por ejemplo, Santa Cruz de los Cuérragos, declarado Bien de Interés Cultural: así el primer paseo por sus calles os lanzará hacia el pasado. Su situación en lo más intrincado de la Sierra de la Culebra, la dificultad de las comunicaciones y el despoblamiento han conseguido mantener al pueblo casi como un museo al aire libre, la representación más clara de la arquitectura tradicional de la comarca. Un consejo: visitad su antiguo cementerio. No es morbo. Es paz.Hablando de cementerios, el de Codesal está presidido por un inmenso roble, protagonista de su propia leyenda. Recomendamos escucharla en forma de romance de labios de Argimiro Crespo, poeta local y auténtico archivo viviente del pasado de la comarca, con el que además tendréis un guía de lujo para visitar el Museo Etnográfico del pueblo. Codesal fue, en su día, una próspera población enriquecida por el comercio. Un tranquilo paseo por sus calles, cuyas casas adornadas con pinturas decorativas dan fe de mejores tiempos, es otra buena excusa para visitar este pueblo.
Otra sorpresa os aguarda en las Portillas, paso entre Linarejos y las tierras de Aliste, un privilegiado mirador natural sobre la Sierra de la Culebra desde cuyos abrigos naturales se dominan la comarca sanabresa, al norte, la alistana, al sur y Portugal, al oeste.
O Sandín: sus más bellos rincones, sus tierras más fértiles, sus molinos, fueron anegados por el Embalse de Cernadilla; sin embargo conserva un barrio, el de las Casas Expropiadas o Redute, que guarda el espíritu de lo que un día fue.
O el Lagar de Cera de Sagallos, o Peña Mira en Pedroso, o los molinos de Folgoso… Sorpresas para descubrir en paseos tranquilos, como quien busca setas, que las hay y muchas; para recorrer los caminos del contrabando por esa difusa zona de la Raya, tierras que no entienden de fronteras; para espiar el ajetreo de los ciervos en la época de la berrea o el aullido de los lobos.
Manzanal reúne, en fin, un conjunto de pueblos ejemplo de la interacción del hombre con el medio; marcados por su carácter fronterizo y por la exuberante naturaleza de la Sierra de la Culebra. ¿Os animáis?