Argimiro Crespo
Pero si tenéis la suerte de ir al Museo y que vuestro guía sea Argimiro Crespo habréis cruzado la puerta de un reino casi olvidado. Argimiro, el Último de los Juglares, fue arriero en su juventud y recorrió nuestra tierra con una mula y dos baúles cargados de fe. Conoció sus gentes, las escuchó y de todos aprendió algo. Y su alma de poeta supo darle forma y hoy sus palabras tienen una sensibilidad pasmosa.
Con cada cacharro Argimiro te explica, te cuenta y te canta si la oportunidad lo demanda. Y en sus manos una humilde tabla de lavar ya no es un trozo de madera inane, sino que ves a las mujeres junto al río, oyes sus risas y sus chismorreos y un trocito de aquel mundo cruza la frontera hacia el nuestro. Argimiro domina el tempo y narra como nadie: si oyes en su voz queda la leyenda del Roble de Codesal sentirás como el vello se enfría en tu espalda.
Argimiro, no nos deje nunca. Sé que son muchos los años y que pérdidas recientes quizás le hagan apetecer un descanso. Pero sin usted todos quedaríamos huérfanos y ese mundo, en el que vivieron nuestros abuelos, se alejaría un poquito más en el tiempo.