Requejo
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“Requejo válido, valiente, valioso, es el pueblo de los tres valores. En el servicio a los que andan caminos y puertos. En el testimonio de sus gentes en pasadas guerras y guerrillas. En el alma de sus hijos la cordialidad de los que están y los dones de los que se fueron. Caminante: ser válido es lo valioso de los valientes. Que tu andadura sea válida” No lo digo yo: estas palabras rezan en una placa del Camino Jacobeo que atraviesa el pueblo. Y si están escritas en piedra, serán verdad. En el pasado, cuando en lugar de carreteras había caminos reales y caballerías en vez de coches, Requejo podía verse de dos maneras: llegando desde la Meseta era el último refugio antes de iniciar el asalto de las Portillas; llegando de Galicia, el anuncio que lo peor de la sierra ya había pasado. Podríamos imaginar sus ventas: los arrieros, los peregrinos, algún militar, cenando ante un jarro de vino a la luz mortecina de los candiles y esperando quizás a que la nieve permitiera continuar el camino. ¡Qué historias no se contarían en esas noches!
Requejo es un paso natural encaramado en la falda de la montaña, pero es más que un lugar de paso. Es un pueblo rico en agua, pleno de fuentes, arroyos y regatos, vertebrados en torno al río Castro. Aguas sanas y naturales que mantienen pastos para alimentar a algunas de las mejores terneras sanabresas; que provocan en primavera una explosión de color en el brezo de sus montañas y, a su vez, una miel reconocida en toda la región. Es un pueblo devoto de la Virgen de Guadalupe, imagen que recibieron mediado el S.XVIII y reina en una preciosa ermita de barroca portada. El primer sábado de julio cientos de guadalupeños le rinden homenaje en romería. Justo enfrente se encuentra la iglesia parroquial, cuyo balcón de acceso al campanario ofrece una vista completa de todo el municipio.
Y es su término municipal, ya más en la sierra, refugio de flora y fauna esplendorosas. Podéis haceros una idea subiendo de excursión hasta las ruinas del pueblecillo de Parada, abandonado no se sabe bien porqué en fecha también imprecisa, en torno al XIX. Y lo que de ninguna manera debéis dejar de visitar es una de las joyas escondidas de Sanabria y Carballeda: el bosque de El Tejedelo.