Sábado, Diciembre 14, 2024
   
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Historia

Historia La Historia no suele ser justa con comarcas como Sanabria y Carballeda: pocas ocasiones tienen de aparecer destacadas en sus páginas y las más de las veces, apenas una nota al pie en el itinerario de algún rey o poderoso señor. Sin embargo, en estas tierras han trascurrido las vidas anónimas de sus vecinos, vidas en general azarosas y humildes, plenas de esperanzas y desdichas, de afanes y trabajos; en todo caso vinculadas a un territorio y a una naturaleza con la que forman unidad indisoluble.Sanabreses eran los que plantaron los castaños de la Alcobilla.
Carballeses quienes tallaron las piedras de la presa medieval de Lanseros. Quienes habitaron las casas, quienes pisaron los caminos, dejaron una huella que depende de nosotros poner en su justo valor.

Tenemos pinturas rupestres en Linarejos y petroglifos en Castromil, con lo que sabemos que la presencia humana fue precoz. Pronto se agruparon en castros donde luchar y también comerciar, primero en lugares inaccesibles, luego bajando a los valles y llanuras, más cerca de las materias primas necesarias. Es comúnmente aceptado que se trataba de astures, más en concreto, zoelas. Los romanos, como en toda la Península, llegaron y dejaron su impronta indeleble: calzadas, fuentes, explotaciones mineras. Pero su tiempo acabó pasando. También el de los visigodos, aunque es posible que los cimientos de muchas de nuestras iglesias y ermitas fueran puestos por ellos.

Llegaron los moros en su periplo de ida y vuelta y, aunque su estancia fue corta, consiguieron que los lugareños les adjudicasen toda aquella leyenda o construcción de la que no se tuviera claro el origen. Con la Reconquista y la necesidad de repoblación nacieron la mayoría de nuestros pueblos o, al menos, es la época en la que empezamos a tener constancia escrita. Eran de nuevo gentes del norte: gallegos, asturianos, leoneses… pero también francos y germanos, además de los mozárabes que subían desde el sur. Posiblemente fueran estos últimos quienes abrieron nuestro Camino de Santiago, una variante de la antigua Vía de la Plata romana. Este itinerario supuso la construcción de numerosas iglesias, hospitales y asilos para peregrinos, además del asentamiento de Ordenes Militares como los Hospitalarios y los Templarios.

Tiempos en los que Sanabria y Carballeda fue tierra de paso y testigo de numerosas luchas de poder. Primero, la pujanza del Monasterio de San Martín de Castañeda y de los pequeños monasterios familiares que dependían de él, con sus pleitos con los vecinos por diezmos y donaciones no siempre bien aceptados; luego, el ascenso de los señores feudales que intentaban consolidar sus dominios frente a la Iglesia y la corona.
Los Pimentel, Condes de Benavente, lograron colocarse en primera línea con la construcción del Castillo de Puebla, terminado a principios del S.XVI. Habían ganado su carrera con otra de las grandes familias: los Losada, estirpe de la que surgió Diego, el fundador de Caracas en Venezuela. En 1506 se reunieron en Remesal, infame villorrio según algún cronista de la época, Fernando el Católico y Felipe el Hermoso, dispuestos a dirimir el complicado asunto de la Regencia de Castilla. De esta reunión surgió la Concordia de Villafáfila, de gran importancia para la Historia con mayúsculas.

Fiestas

Quizás el siguiente hito histórico que afectó profundamente a la vida de nuestras comarcas fue la Desamortización de Mendizábal, iniciada a finales del S.XVIII. Supuso la salida a pública subasta de multitud de fincas, en su mayoría procedentes de monasterios y ordenes militares, lo que en la práctica condujo a su declive definitivo. Los primeros compradores fueron miembros de la nobleza, pero pronto los vecinos, de forma comunal principalmente, adquirieron posesiones tanto en los pueblos como en las sierras. Los habitantes de nuestra tierra mantenían una lucha continua contra las anquilosadas instituciones del Antiguo Régimen, que, a base de antiguos privilegios,suponían una carga insoportable para la vida en la comarca.

El S.XIX fue convulso, como en el resto de España: la invasión francesa, las alternancias entre liberales y conservadores, las algaradas carlistas, los conflictos fronterizos con Portugal… todo esto tuvo una especial importancia en nuestra zona. Pero también hubo periodos de expansión económica: en lugares como Villardeciervos, basados principalmente en el comercio/contrabando con el reino lusitano; en otros, como Puebla, por el afianzamiento de la pequeña burguesía. Sin embargo, el fin de siglo supuso la crisis general y el inicio de las grandes migraciones, con América como destino principal.

El S.XX nos trajo a Alfonso XIII navegando en aguas del Lago y a Miguel de Unamuno escribiendo “San Manuel Bueno, Mártir” en sus orillas. Alejandro Casona visitó San Martín de Castañeda, Sotillo y otros pueblos del entorno al frente de sus Misiones Pedagógicas, quedando espantado ante las condiciones de vida que encontró. Todos ellos tuvieron su papel en la Guerra Civil que asoló el país en los años 30. No fue esta región campo de batalla, pero sí se sufrieron profundamente las consecuencias: hambre, represalias, combates entre maquis y guardia civil… y un nuevo florecimiento del estraperlo, contrabando con Portugal. De gran importancia para la economía de los vecinos fueron dos grandes obras públicas: la línea férrea desde Zamora hasta Orense y la explotación hidrográfica de nuestros ríos. Sí, ofrecieron trabajo. Pero muchos dejaron lo mejor de sus vidas en las excavaciones de los túneles del Padornelo, la rotura de la Presa de Vega de Tera arrasó con el pueblo de Ribadelago y los embalses de Cernadilla, Valparaíso y Agavanzal anegaron las mejores tierras ribereñas, amén de hacer desaparecer localidades enteras como Manzanal de Abajo o la mitad de Sandín.
Tal vez la catástrofe de Ribadelago y el final de las grandes obras aceleraron la segunda gran migración, en este caso con destino a las ciudades, que dio un tremendo golpe a la vida cotidiana de nuestros pueblos.

Hoy Sanabria y Carballeda son dos comarcas que comparten los problemas del mundo rural español, pero también todas sus ventajas. El cambio de los usos sociales ha puesto en valor cosas, antaño despreciadas, en las que nosotros somos ricos: entorno natural, patrimonio cultural, aire puro, tranquilidad… La vida en las grandes ciudades, tan agobiante a veces, favorece el crecimiento del turismo rural que, si bien no debe convertirse en una especie de monocultivo, sí ha propiciado un cierto freno al despoblamiento y, sobre todo, un orgullo por lo que somos, una conciencia de autoafirmación.

¿Y el futuro? Llegará… a su tiempo. En lontananza asoma la estación del AVE en Otero de Sanabria, la explotación de energías alternativas y respetuosas con el medio ambiente, la lucha por la mejora de las condiciones de vida… Sea lo que sea, quizás nosotros no, pero ahí estará nuestra tierra para verlo.

Fotos: Francisco Vega

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