Laguna de Cancelos. Porto
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Tras dar un vistazo al puente de Valdesirgas y apretarse bién los cordones de las botas comienza la ruta de ascenso hasta la laguna de Los Cancelos. Situada a 1608 m. sobre el nivel del mar, en plena Sierra de la Segundera, desde donde alza su mirada, por un lado hacia los montes de León y por otro a Galicia.
DISTANCIA: 9 Km.
DURACIÓN: 3 horas.
TIPO DE RUTA: Lineal, dificultad media (desnivel 400m).
COMO LLEGAR: Desde A-52, salida 114. N-525 hasta el desvío de Pías y Porto. Ver Mapa
COORDENADAS INICIO: N42 09.332 W6 54.018
CARTOGRAFIA: IGN MTN 50 0266-2 Pías.
PUNTOS DE INTERÉS: Río Valdesirgas, Peña Trevinca, Laguna de Cancelos, Lagunas circundantes en proceso de colmatación.
RECOMENDACIONES: Evitar las horas de mayor calor, llevar calzado apropiado y agua.
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El llegar allí supone todo un espectáculo: subir serpenteando por la ladera de la montaña, atravesar por la sombra de El Bedual (uno de los bosques de abedules más importantes y de mayor valor ecológico de la zona), desafiar al agua y al barro que en un momento dado pueden ocupar parte del camino, todo ello dejando cada vez más abajo el rezongo del río Valdesirgas que, en tramos de rápidos, acaba por unirse al embalse de San Agustín.
Nos encontraremos al final del trayecto, desde la cumbre del Pico del Beseo, con un panorama único: la inmensidad del monte de Porto, cuya cumbre fue pulida en el cuaternario por un glaciar antojadizo, que en su avance horadó los valles que lo rodean en forma de U y dejó tras de sí maravillas como la laguna de Los Cancelos, a la que acompañan otras más pequeñas en un aparente proceso de colmatación que, con el tiempo, dará como resultado su transformación en turberas. Desde allí arriba podemos codearnos con uno de los puntos más altos de la sierra de la Cabrera, Peña Trevinca (2127m) en cuyas caras confluyen tres provincias: León, Zamora y Orense. Desde aquí se pueden contemplar a vista de pájaro los valles, en los que se dibuja de forma caprichosa el perímetro de los cercados cuyo cometido sigue siendo, como antaño, el de cobijar al ganado.
Cruzarse con ciervos y corzos es algo normal, también ver águilas reales o halcones peregrinos al acecho de un tentempié matutino y sentir la misma libertad que ellos es la recompensa de esta aventura.