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Molezuelas es lugar de transición: sus parajes, su tierra, sus formas constructivas se debaten entre la influencia de los pueblos de adobe de la Meseta y el paisaje carballés.

Se cuenta que su nombre deriva de los “zoelas”, pueblo celta que habitó toda la comarca. Se encuentra orientada hacia mediodía, de manera que, si os acercáis en un día soleado podréis contemplar la reverberación de la luz en el naranja de sus paredes creando un extraño efecto teatral. Y es que las casas en Molezuelas mezclan la piedra con el adobe y el revoque de barro. La ductilidad de este último da lugar a formas constructivas diferentes a las del resto de la comarca, como los abultados hornos semiesféricos que sobresalen de algunas paredes o las grandes chimeneas provistas de tejadillo que engalanan los tejados.

Su iglesia parroquial guarda el misterio de los templos antiguos, tiene algo de sobrecogedor: destacando entre la oscuridad de la piedra, sus grandes columnas sorprenden en un edificio de altura reducida y las extrañas y toscas figuras pintadas del artesonado nos observan desde arriba como queriendo decirnos algo. Un paseo por el monte siempre es una buena excusa para acercarse a Molezuelas: no es raro ver algún corzo o ciervo por el camino y fijándoos un poco, de otoño a primavera podréis descubrir la gran diversidad de especies de setas y hongos que tapizan el paisaje.