Caminos tradicionales
Hemos abandonado las cuevas por confortables pisos, adosados y duplex. Hemos llegado a la luna y la hemos convertido en un destino turístico para privilegiados. Hemos inventado la rueda, dominado el fuego, los reactores nucleares y las sábanas de franela. Nuestro amigo invisible quedó olvidado y dejamos de soñar cuando llegamos a adultos. Todo o casi todo cambia a lo largo de la vida. Pero ¿y los caminos?. Nuestros caminos, como muchos otros, fueron creados hace siglos de la forma más sencilla: miles de pies pasando por el mismo lugar. Cambian su aspecto, pero no su esencia y siguen ofreciendo mucho tiempo después un gran abanico de posibilidades a quien por ellos transite. Caminar es una de las actividades más sanas y baratas que existen, permitiéndonos dejar el estrés a un lado, olvidar o recordar viejos tiempos, pasar un buen rato con los tuyos o a solas; sentirte libre. Apenas son necesarios un bastón, un buen par de botas y un hatillo cargado del espíritu adecuado para volver a saludar a gnomos y duendes, ver como caperucita y el lobo feroz son buenos amigos o como Pinocho conversa animadamente con un humero, primo lejano, en la ribera del río después de haber merendado con Rucio.
En su mayoría, los caminos unían pueblos, daban acceso a fincas, molinos y fuentes. Algunos han desaparecido por el desuso y otros siguen fieles a su cometido, o bien, sirven de excusa para dar un buen paseo y estirar las piernas o para buscar setas. Son éstos los caminos que queremos mostraros. Salvo contadas excepciones, se trata de rutas de dificultad mínima, evitando recorridos demasiado largos o fatigosos. Muchos de ellos aptos para realizar en familia.
Podéis descargarlos en vuestro GPS de excursión o bien guiaros por el mapa y la descripción.
Esperamos que los disfrutéis.