Espadañedo
Ver mapa de Municipios :: Sanabria y Carballeda
Es más que probable que los hombres de la tribu astur de los Zoelas, que habitaron las cumbres del castro de la Peña del Caballo de Carbajales y el de la Cigarrosa de Espadañedo, se sentaran al raso más de una noche a observar la lluvia de estrellas estival popularmente conocida como “lágrimas de San Lorenzo”, tal vez admirándolas o temiéndolas.
De igual manera los romanos que laboraron en la mina cercana de Los Corralones (con cuya presencia además de minerales preciosos ofrecían protección a Astorga y a las tan preciadas Médulas leonesas) seguro que vieron cómo desde la constelación de Perseo, llovían trozos de estrellas, que nunca llegaban a rozarlos (quizá pensaban que se trataba de Zeus en forma de lluvia de oro). Aquellos celtas dejaron aquí su huella, hallando un lugar de culto en Letrillas, posteriormente reemplazado por un templo visigodo sobre el que se construyó la actual iglesia románica. En una de sus fachadas una estela y un pétreo rostro humano dan fe del origen celta del mismo.Estratégicamente situados en el lado norte del Rio Negro, bajo las cumbres de la Sierra de la Cabrera y de Velilla, comienza la historia de estos pueblos allá por el siglo XII, cuando son cedidos por la nobleza a la Orden de Malta. Estos caballeros, apostados en el vecino pueblo de Lanseros, construyeron un hospital en Carbajales, donde dieron cobijo a los peregrinos, consuelo a los huérfanos y curación a los heridos en la batalla. Aún se conserva en la fachada del antiguo hospital un curioso palomar de cinco huecos con alféizares ornamentados, la cuestión es ¿serían palomas mensajeras las que allí paraban? y si era así, ¿que mensajes transportaban? El hecho es que la huella de los Caballeros de la Orden de Malta se ha difuminado con el tiempo, dejando tras de sí una misteriosa estela.
Siguiendo a estos caballeros nos vamos al pueblo de Utrera, donde dejaron su marca en las pilastras que soportan el pórtico de la iglesia: una cruz con ocho puntas, en representación de sus ocho bienaventuranzas. De allí saltamos a Faramontanos de la Sierra. Su nombre nos pone en la pista de su pasado, y es que parece ser que este es uno de los tantos lugares repoblados por mozárabes venidos de tierras del sur, por ello a sus habitantes se les conocía como “los que vienen de fuera de los montañas” que, como es de suponer, en castellano antiguo sonaría de otra manera, dando como derivación el nombre actual.
Y por último nos queda el pueblo más alejado del municipio, Vega del castillo. Situado en un embudo formado por las montañas colindantes, este pueblo vivió siempre de la naturaleza. Aún hoy es conocida por sus diestros carpinteros, que solían dedicarse a la fabricación de cubas de vino con las que inundaron el vecino Valle de Vidriales, de gran tradición vinícola. Si visitáis Vega, es obligado pasar por el “Museo de la Madera” , donde podréis hacer un repaso por su historia y forma de vida tradicional. Este pequeño pueblo, cruzado por los ríos Castro y Fortirrín y vigilado desde lo alto por el castro “El Castillo”, es uno de los primeros en recibir la primavera y el lugar idóneo para escuchar el pulso de la Sierra de Velilla y si os concentráis un poco, al mismísimo corazón de La Cabrera.